
Como todo el mundo sabe, son insectos sociales, con una férrea estructuración. A lo largo de su vida una abeja, pasa por todos los estadios sociales que existen dentro de la misma colmena, exceptuando, claro esta, el de Reina y el de zángano. Pero si que trabajan, dependiendo de su edad, como obreras, pecoreadotas, o guerreras.
Con el buen, tiempo, las colmenas, que han pasado el invierno en un estado de semiletargo, donde solo salen de la colmena para beber y hacer sus necesidades, comienzan a salir con más asiduidad y empiezan a recoger polen y otras sustancias necesarias para fabricar su alimento.
En este momento las abejas tienen un constante trasiego, un ir y venir, casi sin descanso, por el bien de la comunidad. Al atardecer se refugian en su colmena, para guarecerse del frío y de las inclemencias de la noche. De todas formas, sin luz no pueden ver y se desorientarían. Es este momento cuando los apicultores, en primavera, aprovechan para moverlas de un lugar a otro, en lo que se conoce como apicultura trashumante.
Las abejas, y también otros insectos, cumplen un papel importantísimo en la fecundación y polinización de las plantas. Es mas, se cree que son ellas las que soportan en el mayor peso de la polinización con su constante trabajo.
Estos insectos han sido usados desde la antigüedad. Se conservan pinturas rupestres en la zona del Levante español en las que aparece una señora, extrayendo la miel de un panal y las abejas revoloteando a su alrededor. Lo cual nos indica la importancia que tuvo en aquella época para ese pueblo, y sin lugar a dudas para muchos otros, pero desgraciadamente no nos han llegado restos.